#MeToo #YoTambién

Cuan normalizado debe estar el acoso sexual en nuestra sociedad, que hasta que no ha aparecido el movimiento #MeToo #YoTambién, no me ha dado por pensar en la cantidad de veces que he sido objeto de acoso a lo largo de mi vida. Desde situaciones muy peligrosas, hasta otras, a las que no les di importancia por lo (tristemente) cotidianas que son.

La más peligrosa de estas fue un intento de violación a mano armada. Volvía de una noche de marcha con mi mejor amiga y compañera de piso. Pasábamos por un descampado porque nos ahorrábamos más de un kilómetro de camino para volver a casa. Por eso, y también porque tenemos derecho a caminar por donde nos dé la gana a la hora que sea sin que ningún depravado nos intente violar.

Justo detrás de nosotras apareció un tipo que nos dijo: “bajaos las bragas ahora mismo, tengo una pistola”.

Nos dimos la vuelta y, efectivamente, un hombre de unos cincuenta y tantos, con barba, un gorro de lana y un arma en la mano nos estaba persiguiendo a menos de medio metro. No sé cómo consiguió acercarse tanto sin que nos diéramos cuenta.

Yo ni me lo pensé. Salí a correr a todo lo que me daban las piernas hasta el edificio más cercano. Nunca he corrido tan rápido, ni me ha latido más fuerte el corazón. Una vez detrás del edificio esperé a mi amiga, que también corría a menor velocidad. Me tranquilizó el hecho de que el tipo no la perseguía, nos había dado por perdidas. Ahora quiero creer que la pistola era de juguete y que nunca tuvo intención de matarnos. Que probó, a ver si colaba y nos podía violar… y no fue así, pero casi nos mata del susto. Si hubiera estado más loco, igual no lo contamos.

Cuando mi amiga llegó a mi altura, seguimos las dos corriendo juntas y entramos en casa como una exhalación. Aterradas, esa noche dormimos las dos juntas, esa noche y varias más, porque el miedo no se nos iba del cuerpo fácilmente.

Esa fue la más peligrosa, pero la situación más grave, fueron los cuatro años y medio de maltrato psicológico que me proporcionó, el que afortunadamente, ahora es mi ex. Un sociópata, celoso patológico, enfermo y cobarde. Con él aprendí que todas (y todos) somos susceptibles de acoso y maltrato. Tan sólo es una cuestión de tiempo y habilidad por parte del maltratador. Yo no era la “típica” persona que se deja maltratar (si es que eso existe). No era una pobre mujer inculta y sin recursos. Este estereotipo de mujer maltratada es completamente erróneo. Cuando lo conocí yo ya tenía una carrera universitaria y era económicamente independiente. Trabajaba como arquitecto técnico, dirigía un equipo de unos cien hombres, tenía un buen sueldo y la autoestima bien alta. Nuestra historia de “amor” fue un proceso lento de destrucción emocional y mental, al que nunca pensé que me dejaría someter… pero así fue.

En esos casi cinco años pasó de todo, desde relaciones sexuales no consentidas y situaciones muy humillantes, hasta gritos, peleas, soledad, miedo, aislamiento, angustia y hasta enfermedad. Comencé a tener insomnio y fortísimas migrañas… Afortunadamente pude salir de ahí con la ayuda de mi familia, de mis amigos, de mis jefes e incluso de auténticos desconocidos. Cuando por fin me decidí a hablar de ello todo el mundo me ayudó.

Hoy puedo decir que fui víctima de violencia machista. Que fui, porque ya no lo soy.
No me siento víctima de nada.

Casi al mismo tiempo, uno de mis mejores amigos, en otra ciudad, pasaba por algo muy parecido con su pareja, una sociópata, celosa patológica, enferma y cobarde, que le hizo pasar un infierno psicológico muy parecido al mío. Hoy él, no puede decir que fuera víctima de violencia de género, porque los hombres nunca son víctimas y las mujeres nunca somos verdugos, quede ahí mi reflexión.

Hecho este paréntesis, he de decir que hay cosas que están demasiado normalizadas por lo frecuentes que son y que casi no contamos o no damos la importancia que tienen. Como las miradas lascivas, o el piropo-acoso de “te comería hasta la tirilla de las bragas” y cosas peores. Las veces que me han tocado una teta y han salido corriendo (normalmente adolescentes). El tipo asqueroso que me persiguió a plena luz del día mientras se masturbaba por las calles de Granada. El que pegó su pene erecto contra mis nalgas mientras yo miraba un espectáculo en la plaza de Jamaa el Fna de Marrakech, ¡Dios mío que asco!, ¡qué sucia me hizo sentir! El guarro que me agarró y me lo tocó todo en una fiesta de la espuma en la discoteca de mi pueblo, (nunca pude averiguar quién fue). El novio de una amiga mía que me metió mano e intentó morrearse conmigo en una fiesta, al menos de este me pude defender. El profesor de mi colegio que sentaba a las niñas en su regazo y les metía mano delante de todos mientras les preguntaba la lección. Todos lo sabían en el pueblo y nadie hacía nada al respecto.

Debo de decir que, cuando trabajaba como arquitecto técnico siempre he sido muy respetada, tanto por los hombres que trabajaban a mi cargo, como por mis jefes y proveedores. Salvo en la primera obra, en la que me silbaban siempre que entraba, sin que pudiéramos averiguar quién era porque se escondía dentro del edificio.

En la siguiente obra, la construcción de un museo, el primer día que pisé la obra un transportista que traía materiales de un almacén me silbó y me hizo saber lo buena que estaba. Monté en cólera, lo eché de la obra al instante y le dije que no volviera a aparecer por allí. Lo más gracioso es que el muchacho no alcanzaba a comprender porque me había enfadado tanto y lo grave de su actitud. Su jefe le echó una buena bronca, amenazó con despedirlo si no se disculpaba (el chico llevaba sólo un mes trabajando). Me pidió perdón bastante avergonzado y conservó su puesto de trabajo. Aprendió la lección, él y todos los que estaban presentes.

Creo que el problema que subyace debajo de todo esto es que el acoso y el maltrato son tan habituales que no sabemos reconocerlo cuando lo tenemos delante. Y esto es una cuestión de educación. Yo no hubiera consentido que me maltrataran durante casi cinco años si hubiera reconocido los primeros signos y hubiera salido corriendo a tiempo. En este sentido tenemos que educar a nuestros hijos a reconocer el maltrato y no permitirlo.

Por otro lado, creo que mi expareja no me hubiera maltratado si no hubiera tenido una infancia llena de sufrimiento, si se hubiera sentido merecedor de ser amado y si no hubiera tenido una educación tan machista, en la que la mujer era un objeto al servicio del hombre.

Veo avances en uno y otro sentido. Esta misma campaña de visibilidad del acoso, que está dando la vuelta al planeta, me parece muy positiva. Digamos basta, saquemos a la luz los acosos y denunciemos.

Por otro lado, escucho las letras de reggaeton machistas a más no poder y me pongo mala. Pero más mala me pongo cuando Shakira canta “tú eres pa mí o pa más nadie”. Ahora resulta que las mujeres convertimos en nuestras las mismas frases machistas, de acoso y maltrato y nadie dice nada. ¿Esto como se llama?, ¿hembrismo?

En las celebraciones del día de la mujer en el colegio de mi hija de 7 años vino diciendo; “es que los hombres son muy malos y las mujeres somos muy buenas”. Me preocupa que estemos educando a nuestras hijas para sentirse eternamente víctimas del machismo y que estemos educando a nuestros hijos para sentir que son siempre los malos de la película. Me pregunto si no estaremos así perpetuando el patrón, haciéndoles creer a los niños que hay algo malo dentro de ellos, por el hecho de ser hombres. Y que las niñas, que son las mujeres del mañana, vean en el hombre al enemigo, en lugar de a su compañero de vida.

Me pregunto qué subyace detrás del acosador. Un hombre tan temeroso del poder de la mujer que no se siente merecedor de que una mujer lo ame. Que cree que tiene que recurrir al acoso, o a la violación para poder tener relaciones sexuales. Detrás del que se cree superior siempre hay una enorme falta de auto estima. Si no la domino, si no la retengo, si no la aíslo, si no la humillo, se va a ir con otro, porque ella es buena, bella, atractiva, deseable y yo, yo soy un desgraciado, malvado, feo. Detrás del maltratador, hay un niño gravemente herido.

Y con esto no estoy justificando a los maltratadores en absoluto. Igual que algunos niños maltratados se convierten en maltratadores, otros se convierten en esposos y padres amorosos y respetuosos, precisamente para romper el patrón familiar. Ahí está la evolución personal y la bondad que hay en cada ser humano. El libre albedrío y la libertad de elección.

Como mujer, esposa, madre y educadora, con esto quiero resaltar la importancia de amar a los niños y a las niñas desde el mismo momento de su concepción. Y de cuidar el mismo momento del parto y el nacimiento. Que los bebés deben nacer en el amor, en la tranquilidad, en la seguridad. Ese momento tan importante, puede condicionar cómo se enfrenta al mundo en su vida adulta. Y por supuesto la crianza debe ir a la par. Hay que erradicar la violencia, desde el momento mismo del nacimiento.

Por favor vean también este vídeo Del vientre al mundo – Conferencia de Anna Verwaal para TEDxABQWomen sobre la relevancia de la gestación y el nacimiento en nuestras vidas.

Creo que hoy más que nunca es hora de empoderar no sólo a las niñas, sino también a los niños, a los varones, en los valores femeninos y masculinos. Y tratarlos con amor. Deben sentirse merecedores del amor de una mujer por ser como son, sin necesidad de dominar, ni maltratar, ni retener, ni acosar. Ser valientes. Porque no hay nada más valiente que amar a corazón abierto. Sabiendo que la otra persona está contigo porque es libre y no porque es tu prisionera. Porque es tu compañera y no tu inferior. Porque te ama y tú la amas a ella. Y el día que deje de amarte, te sentirás triste por ti, pero feliz de que se vaya. Porque el amor es desear lo mejor para la persona amada.

No hay nada más poderoso que el amor, y todo esto aplicado a los dos sexos.

Creo que debemos transmitirles tanto a los niños como a las niñas, que aquí no hay malos ni buenos, que cada individuo es un ser único, con derecho a ser feliz. Que todos somos valiosos y que el respeto y el amor es el principio y el fin de todo.

Por favor, deja tu comentario respetuoso.

Por Aixa Laxmi